lunes, 3 de noviembre de 2008

EL HOMENAJEADOR HOMENAJEADO.

Para alivio del novato Comité Organizador, parece que no salió del todo mal el homenaje que le tributamos a Alberto Echevarría el pasado 29 de octubre con motivo de su 80 cumpleaños y, por tanto, su ingreso en el selecto sanedrín que constituye el G 7.80. Y es que se trataba de organizar un sarao para el organizador por antonomasia de saraos. Aunque seguramente hubiera salido mejor, en esta ocasión no tenía sentido el que se lo organizase él mismo.
Hubo de todo, menos cantos regionales o himnos tribales y simbología banderiza que, en los que organiza Alberto, no suelen faltar. Hubo cultura, a cargo de Emilio Múgica, que se explayó -y cómo - con una disertación sobre la Generación del 98 y Bilbao. El discurso de bienvenida al club del G 7.80 corrió a cargo de José Mª Tobar que, en escueta descripción, sin duda agradecida por la concurrencia, glosó la vida y milagros de Alberto. No menos escueta fue la contestación de Aberto al recibir la bienvenida y una simbólica makila con que le obsequiamos. Encomiable brevedad, porque ya eran pasadas las dos y media y todavía estaba la mesa sin poner. Entre otras cosas, porque el espacio dedicado en Cubita a auditorio era el mismo que se había de dedicar a comedor.
Apunto de agotarse la paciencia de los concurrentes y con el acompañamiento de algún rugido de vacío estomacal, tomó la palabra José Luis Nagore para relacionar las adhesiones de los que no pudieron asistir y recitar, con más voluntad que acierto, unos ripios que había preparado para la ocasión y que, en su estribillo, fueron coreados por una buena parte de los presentes. En la foto, se le ve durante su pretendido recital, recibiendo, entre reprobadora y conmiserativa, la mirada de Alberto. En la entrada siguiente, para pasmo de vates de todos los tiempos, figura la lírica composición.

1 comentario:

asdoc dijo...

A pesar de los comentarios del autor del reportaje y de la oda dedicada a Alberto que aparece declamando en la fotografía, para mí y en algunos momentos, el recital del estribillo por la mayor parte de la concurrencia, me sonó a cantos tribales.