sábado, 26 de febrero de 2022

UNA MAÑANA EN EL MUSEO



 



El programa diseñado para nuestra reunión del 23 de febrero tuvo un desarrollo enteramente satisfactorio. En un día de anticipo primaveral, se registró un muy aceptable nivel de asistencia, toda vez que al Museo acudimos 17 miembros, mientras que al almuerzo en Cubita se pudieron quedar 12. La visita al Museo fue guiada por Fabricio Román que, pese a su juventud, se mostró como un experto cicerone y afrontó con habilidad las muy frecuentes interrupciones que le hicimos todos aquellos que creemos tener algún conocimiento de sus muy estimables fondos artísticos. Hay que considerar que, como pinacoteca, el Museo de Bellas Artes de Bilbao está considerado dentro de los cinco mejores de España.
Con clara intencionalidad, el itinerario expositivo de Museo tiene como objetivo  provocar en el espectador que recorre sus salas una sensación de contraste que trasciende de la valoración artística de las obras y le lleva a plantearse la persistente pregunta desde la broma de Duchamp. ¿Es arte todo lo que se expone entre las sacrosantas paredes de un museo? Y nuestro guía Fabricio supo enfatizar este fenómeno trayendo a colación tan perenne dilema.
Y es que, tras la contemplación de las nuevas donaciones incorporadas a sus fondos, el Museo propone el recorrido por sus obras maestras para, finalmente, llegar a los espacios dedicados al arte contemporáneo que, en algunos casos al menos, roza los límites de lo que se viene a llamar performance y cuyo significado no resulta claro para el común de los mortales a no ser que se trate de un experto en el arte de vanguardia. Parte de todo ello se trata de recoger en el video de arriba, cuyo visionado es recomendable hacer en el modo de pantalla completa, pinchando en el extremo inferior derecho de la pantalla pequeña.
Esta recomendación es particularmente útil para ver un curioso detalle de la obra de Orazio Gentileschi, Lot y sus hijas, en la que en el extremo inferior derecho del cuadro se puede distinguir una diminuta figura que es la mujer de Lot convertida en estatua de sal. Detalle que también nos fue revelado por nuestro guía Fabricio.
Tras el desafío intelectual y físico que supuso la visita al Museo, complementamos la jornada con un reparador almuerzo en el restaurante Cubita Bilbao,  que muchos teníamos ganas de probar tras el cierre de su antecesor del Molino de Aixerrota. La experiencia resultó muy satisfactoria pues, aparte de lo confortable del local, el menú estuvo a la altura de lo que todos recordábamos del viejo Cubita. Hasta el punto de que todos los asistentes elegimos como plato principal su afamada merluza con txipirones. Entre los entrantes destacaron unos hongos laminados que, pese a no ser temporada de boletus, estaban excelentes.
Ya a los postres, muy ricos por cierto, debatimos en junta improvisada qué hacer con el resto del dinero que hace más de un año nuestro añorado Alberto recaudó como suscripción para la revista, dado que ya ha dejado de editarse. Creyendo interpretar el sentir general, pensamos que un buen tributo a la memoria del Alberto sería destinar esos fondos a que su hijo, el Hermano Blanco Venancio, los destinase a las labores de caridad que como Misionero desarrolla. Esperamos que esa iniciativa merezca la aprobación del resto de suscriptores.

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